Nada mejor que observar para comprobar la influencia digital en la sociedad
actual: observar el lenguaje más común de las últimas generaciones, los
carteles publicitarios en las paradas de autobús, la publicidad que llega en
formato papel a nuestros buzones sugiriéndonos cambiar a la fibra óptica o
adquirir un nuevo Smartphone. El imaginario colectivo reciente está creado en
torno al mundo interactivo, que ha influido
no sólo en los nuevos modelos relacionales, sino incluso en los tiempos
vitales, ya que dedicamos gran parte del día a revisar nuestros dispositivos. Es innegable que actualmente vivimos en una sociedad digital, una sociedad que se está viendo en cierto modo obligada a adaptarse a la cultura digital.
Pero, ¿Cultura
digital? ¿Eso existe? Sí, podría entenderse por cultura digital aquello que
engloban las nuevas tecnologías, relacionado con las nuevas formas de entender
y organizar el conocimiento en torno a ellas. En los últimos aproximadamente veinte años hemos experimentado grandes cambios, por ejemplo, antes para realizar un trabajo escolar consultábamos libros de
texto, enciclopedias o diccionarios, pero actualmente con los ordenadores o
tabletas disponemos de gran parte de la información en un click, basta con
insertar nuestra consulta en el buscador y, voilà! En la cultura digital se enseña y aprende a utilizar
las herramientas digitales de forma correcta, permitiendo así que los individuos se acerquen a los conocimientos a través de ellas, utilizándolas para funciones tan dispares como estudiar, trabajar, hacer la compra o ligar.
Y en este punto nos vamos a detener, con el objetivo de recapacitar sobre lo que significa esta referencia al “buen uso” o el uso correcto de las herramientas digitales,
ya que actualmente estamos viviendo un gran momento de debate en torno a esta
cuestión. Hugo Pardo Kuklinski habla de un cambio radical, de una redefinición
de todos los tipos de relaciones, tanto en el mundo empresarial, académico,
científico así como en el educativo. Estos rápidos cambios generan preguntas que giran en torno a esta idea de ¿es bueno? ¿es malo?
Surgen de este modo dos posturas muy
diferenciadas, por un lado los que están a favor del uso de estos nuevos soportes
en el ámbito académico, familiar o social; y por otro los que ven en ellos más
peligros que ventajas. Estas dos posturas están muy relacionadas con el “buen”
o “mal” uso de las tecnologías, ya que aquellos que ven peligros en ellas
suelen relacionar las herramientas digitales con la adicción, el aislamiento o
la obsesión del individuo. Cuando en el buscador insertamos adicción a la
tecnología encontramos información siempre relacionada con el uso abusivo o
descontrolado de las mismas, es decir, con lo que venimos denominando un mal
uso. Debemos tener en cuenta que este uso incorrecto suele asustar más aún cuando
se trata de niños/as u adolescentes, encontrando en la red numerosos artículos
o blogs que proponen medidas para evitar las adicciones, como este que nos da 10 consejos ,
o este otro de la fundación MAPFRE dirigido a
madres y padres, menores y educadores. En esta línea, Giovanni
Sartori, ya en 1997 difundía la idea de Homo Videns, en referencia a los individuos cuya única fuente de conocimientos o información
son las pantallas de los soportes digitales.
En el lado opuesto encontramos autores como Javier Celaya que aboga por una adaptación y en cierto modo un reaprendizaje, o
en palabras de Kerry Wilkinson a «no tener miedo a la tecnología, ya que si la
abrazáis encontraréis muchas más oportunidades que si lucháis contra ella» (El País, 17 de julio de 2012). En
relación con los más pequeños/as un informe del Hospital de Sant Joan de Déu defiende el desarrollo de los niños/as
a través de las nuevas tecnologías, dejando muy claro que debe ser un uso
responsable y educativo, poniendo en relevancia que deben estar acompañados y supervisados por un adulto, que controle qué, para qué, cómo y cuánto utilizan las nuevas tecnologías.
Podría decirse por tanto, que generalmente los
detractores del uso de los nuevos soportes digitales ven en ellos demasiados
riesgos asociados al mal uso, mientras que los defensores observan que la
balanza se decanta por el buen uso. Estos riesgos provocan el miedo a las tecnologías que decía Kerry Wilkinson, miedo en padres,
madres y educadores, miedo a lo desconocido, miedo a lo que Zygmunt Bauman denomina
modernidad líquida. Pero debemos
tener en cuenta que se trata sólo de eso, de miedo, de miedo a lo líquido, a lo que se nos escapa de las manos, a aquello que no podemos agarrar o sujetar y que por tanto nos asusta porque en
cierto modo no somos capaces de controlar. Miedo que se ve incrementado por la vertiginosa velocidad a la que está creciendo el uso de las tecnologías.
Y vosotros/as, qué pensáis sobre el tema, ¿Es más fuerte el miedo a lo desconocido que las ventajas que pueden ofrecernos las nuevas tecnologías? ¿Cómo podríamos llegar a un equilibrio?
Parece que lo único claro es que la cultura digital es una realidad, y que estas herramientas se están haciendo un hueco cada vez mayor, y que en cierto modo nos proporcionan acceso a gran cantidad de información y recursos que aún estamos aprendiendo a aprovechar.
Os animo a opinar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario