lunes, 30 de noviembre de 2015

¿Un mundo ideal?

Los cuentos tradicionales y las historias infantiles ayudan a los más pequeños y pequeñas a entender parte del mundo en el que se desenvuelven. Los más peques pasan horas viendo películas de dibujos animados, soñando con convertirse en algún momento en el o la protagonista del cuento. La famosa frase de que «los niños y las niñas son como esponjas» es idónea para comprender de qué forma los peques interiorizan los valores que dichos cuentos les muestran. El mundo audiovisual ocupa un importante lugar en la transmisión de todas estas historias y cuentos, y en lo que al mundo infantil se refiere, Disney y sus películas han desempeñado un gran papel.


Debemos tener en cuenta, en palabras de Carmen Cantillo Valero (2010) que el niño y la niña, al nacer, carecen de identidad personal y son incapaces de distinguir su propio yo de aquello que lo rodea […] los cuentos tradicionales, las películas, etc. que transmiten información de los papeles propios de cada sexo y que los niños y niñas irán asimilando de forma inconsciente hasta integrarlos como algo natural en su comportamiento» (p.29). Del mismo modo, los más pequeños de la casa asimilan de forma inconsciente aquello que ven reflejado en las películas Disney. Pero, ¿qué valores transmiten estas películas? Por lo general, valores y actitudes estereotipados fundamentados en la predominante cultura patriarcal, con príncipes valientes y princesas guapas y amas de casa.

  • Trabaja en casa, son amas de casa no doctoras, maestras o ingenieras (Blancanieves o Cenicienta).
  • Sumisas (Cenicienta con sus hermanastras y madrastra o Blancanieves).
  • Guapas, altas, delgadas y simpáticas hasta en situaciones muy incómodas (todas ellas).
  • Enamoradizas (todas ellas).
  • Obedientes (todas ellas).
  • Cuidadoras (ya sea de siete enanitos o de los príncipes).
  • Dependiente del hombre (La Bella Durmiente necesitaba el beso del príncipe para despertar).



Estos son sólo algunos ejemplos de los valores que transmiten las princesas de las películas a nuestras niñas. Tal y como afirma este artículo del periódico Diagonal que el 90% de las niñas preferiría disfrazarse de princesa antes que de médica, animal o flamenca, datos por supuesto recogidos de una muestra, y que no representa la totalidad de las niñas españolas, pero como indica el artículo no debemos subestimar el poder de estas películas.

Joan Ferrés argumenta que es necesario que el espectador cuente con una competencia en educación audiovisual, y define ésta como «la capacidad de un individuo para interpretar y analizar desde la reflexión crítica las imágenes y los mensajes audiovisuales y para expresarse con una mínima corrección en el ámbito comunicativo». Algo bastante complicado para los más pequeños de la casa, ¿no? Por otro lado, es bastante complicado hacerle entender a una niña que lo que visualiza en la televisión o en el cine, hacerle entender que los personajes de los que se disfraza, las muñecas que se compra o que las canciones que canta no son algo real e invariable en la vida real. Numerosos padres se preguntan, ¿le dejo o no le dejo ver las películas? ¿pueden influir realmente en el niño/a las películas?

Por su parte, Disney se ha modernizado, o al menos ha intentado sosegar las voces críticas cada vez más apoyadas por parte de padres y educadores. La película Disney por excelencia de los últimos años ha sido Frozen, el reino del hielo. Un total de 61 años separan el estreno de Cenicienta y Frozen, y por supuesto los tiempos y la forma de entender la vida han cambiado, pero ¿eso lo reflejan las películas?

Pues, como se anunciaba en el párrafo anterior en cierto modo sí. Anna y Elsa no son sumisas, de hecho, la mayor de las hermanas se hará cargo del reino del hielo, sin necesidad de contar con un hombre que la ayude. En un momento de la película, Anna, la hermana pequeña, salva de la muerte a su hermana Elsa sin necesidad de contar con un príncipe apuesto y valiente. Es importante que la película muestre un amor fuerte y duradero entre las hermanas, acabando con la competitividad y envidia que por ejemplo mostraban las hermanastras de Cenicienta. 

Disney intenta adaptarse a los nuevos tiempos, y es de agradecer. Aunque aún queda mucho camino por andar, faltan princesas con acné, delgadas o gorditas, simpáticas y antipáticas, con pelo largo y corto o con/sin voces dulces. Además, han surgido en los últimos años muchos movimientos que luchan y apuestan por una educación basada en la igualdad de género y el respeto, y una relectura de estos cuentos. Y además, muchas campañas intentan mostrarle a la sociedad otras realidades a las que se enfrentan sus queridas «princesas».




domingo, 29 de noviembre de 2015

Y tú, ¿viste ayer el programa?

El proceso vital podría reducirse a la famosa frase «naces, creces te reproduces y mueres». El proceso de crecimiento, el más largo de todos ellos sin lugar a duda, comienza desde el mismo momento en el que nacemos y está ligado a unos agentes que intervienen de forma constante en él. Para crecer, necesitamos algunas figuras de apego que nos enseñan lo esencial para sobrevivir y para adaptarnos a la sociedad a la que pertenecemos.


Este proceso de aprendizaje y crecimiento, físico por supuesto pero también mental, responde a lo que se conoce como «proceso de socialización».  Se entiende por proceso de socialización el aprendizaje y adquisición de los valores, símbolos, creencias y costumbres de cada grupo y civilización. El individuo integra todos estos elementos citados y forja gracias a ellos una personalidad, siempre guiada por una serie de agentes socializadores que actúan como ejemplo y guía. El primer grupo de agentes de socialización está compuesto por la familia, seguido de otros agentes como los profesores o amigos, pero además, en la sociedad actual existen otra serie de agentes no humanos que actúan en el proceso.

Seré concisa: la televisión actúa en la sociedad actual como agente de socialización. Sí, puede sorprendernos, o no, que un objeto inerte pueda influir en el proceso de aprendizaje de los valores y símbolos de nuestra cultura. En el post anterior se analizaba el famoso programa Mujeres y Hombres y Viceversa y la gran influencia que ejercía sobre los jóvenes, inculcándoles valores de género o de belleza. Los programas de televisión inculcan en aquel que lo ve unos valores y unos símbolos que influirán en su forma de entender y relacionarse con el entorno y los demás. Y, tenemos de qué preocuparnos cuando la televisión enseña a nuestros niños/as y jóvenes a ser delgadas, altos y fuertes, divertidas, cotillas o gritones/as.

El escritor Mario Vargas Llosa habla de cultura del espectáculo, refiriéndose a la de «un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal» (2012, p. 33). El autor, en La civilización del espectáculo (2012), argumenta que el auge de las tecnologías podría haber facilitado el aumento de la democracia, la participación y la movilización, pero que más bien ha propiciado lo contrario. Si bien es cierto que en algunos puntos el autor puede ser algo clasista hablando de cultura, es innegable que apunta a la diana con su definición de cultura del espectáculo.

Joan Ferrés da un paso más allá desarrollando la dicotomía entre la televisión y la educación escolar dentro de la cultura del espectáculo. La escuela apuesta, aunque cada vez más se introduzcan nuevos métodos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, por una enseñanza conceptual, reflexiva y analítica. En contraposición, el mundo en el que vivimos está rodeado de símbolos e imágenes donde las nuevas tecnologías ocupan un lugar privilegiado. Una dicotomía compleja, pues por lo general los estudiantes se sienten más atraídos por lo audiovisual.


Siguiendo en la línea, ya en 1996, el investigador latinoamericano Guillermo Orozco Gómez, se interesó por la gran influencia que ejercía la televisión en el espectador. El proceso de ver la televisión no es ni mucho menos efímero, no empieza y acaba al encender y apagar la televisión, sino que va mucho más allá. Lo que los más pequeños ven en la televisión se queda almacenado en su mente, construyendo en base a esa información una visión del mundo que le llevará actuar de un determinado modo. Famosa es la frase: ¿viste ayer el programa de televisión?


Por tanto, la televisión y los medios de comunicación funcionan como un fuerte agente de socialización, si tenemos en cuenta, tal y como argumentan los autores, que el entretenimiento es primordial en el mundo en el que vivimos. Ahora bien, desde la escuela hasta en el ámbito familiar se debe fomentar el juicio crítico, ayudando a los más pequeños a serlo y siéndolo nosotros mismos. Debemos tener presente, como indica Orozco, que apagar la televisión no implica que los contenidos salgan de nuestra mente. La única forma de ser realmente libres es reflexionar sobre los mismos para descartar o guardar aquellos que consideremos significativos. Por suerte, en este proceso crítico las nuevas tecnologías tienen mucho que ofrecernos, pues dejamos de ser meros receptores pasando a ser también emisores de mensajes.

Como solución, y teniendo en cuenta que es imposible deshacerse de la televisión, o decidir de forma autoritaria qué programas pueden o no emitirse, yo propondría que los maestros/as dedicaran un tiempo de sus clases a debatir y charlar sobre los programas o series de televisión que ven sus estudiantes, favoreciendo su conciencia crítica. Y vosotros, ¿cómo pensáis que se debe manejar el problema de la televisión y sus contenidos?  

jueves, 19 de noviembre de 2015

Apaga la televisión

Muchas veces escuchamos el término telebasura en relación a programas de televisión, pero, ¿A qué nos estamos refiriendo con este término? ¿Qué quiere decir eso de telebasura? La voz del Diccionario de la Real Academia Española define el término como «conjunto de programas televisivos de contenidos zafios y vulgares». Es un tanto complicado seleccionar qué programas son y cuáles no telebasura, en cierto modo porque el gusto por unos u otros programas es bastante subjetivo.


Antes de continuar, debemos tener muy presente que los programas de televisión, en su mayoría, no se fijan como objetivo la cuestión educativa, sino que su principal interés es el económico. Sí, así es, recaudar dinero es lo más importante para las televisiones, y ello depende del número de espectadores que tengan. Quizás esto sea más evidente en el caso de los canales privados, cuya lucha por ser los primeros en el índice de audiencia es brutal, copiándose programas o conectando con publicidad al mismo tiempo, llegando a encerrar a personas en una casa para ver líos amorosos, peleas y gritos; o incluso llevar a dos personas a una isla desierta, desnudos para que se conozcan, como supuestamente lo hicieron Adán y Eva.

No hay duda de que en el ojo del huracán se encuentra Telecinco, siendo considerado el canal televisivo por excelencia telebasura. Programas como Sálvame, Gran Hermano, Mujeres y Hombres y Viceversa, o el último de ellos, Cámbiame, compiten por el primer puesto en el podio de los programas basura. Es paradójico pensar que es el canal que mayor índice de audiencia tiene en numerosas franjas horarias, tal y como fue publicado en la prensa el pasado mes de septiembre. Y esto, ¿Cómo puede ser?

A partir de aquí tomaré como ejemplo a Mujeres y Hombres y Viceversa para intentar comprender por qué enganchan tanto este tipo de programas. Un programa que lleva nada más y nada menos que SIETE años emitiéndose, cosa que indica el alto seguimiento, pues si no contase con un buen dato de audiencia el programa desaparecería sin dejar rastro como lo hizo Cámbiame Premium hace unos meses.

El objetivo de MYHYV (Mujeres y Hombres y Viceversa en las redes sociales) es que un tronista, mujer u hombre, encuentre el amor entre sus pretendientes, hasta ahora un amor siempre heterosexual; a través de citas con cámaras o sin ellas; de desfiles de los pretendientes o pretendientas; y siguiendo los consejos o críticas de los ganchos, que sentados en las gradas juzgan la vestimenta, actuación e incluso el físico de los pretendientes/as. Sí, este tipo de lenguaje es el básico para manejarse en el mundo viceversa. 

Y ¿Quién ve este programa? Por lo general un público que debe rondar los 15 o 16 años hasta los 30, aproximadamente. Jóvenes que ven de lunes a viernes el programa, o que lo siguen por las redes sociales. 


Así es, muchos jóvenes se saben a la perfección lo que sucede en MYHYV pero no tienen mucha idea de aspectos culturales. Por supuesto, no se trata de todos los jóvenes pero sí de un alto porcentaje. Este programa transmite unos valores a los jóvenes que no son los más correctos:

  • Mujeres y hombres con cuerpos 10. El cuerpo es de los aspectos más importantes del programa, estando el plató lleno de mujeres que se cuidan en tacones y maquilladas, y de hombres musculosos muy «masculinos».
  • Ropa y gimnasio. Una de las cosas más importantes para los jóvenes del programa es la ropa, haciendo semanalmente desfiles y siendo juzgados por los ganchos y los estilistas. ¿Gimnasio? Obvio, se debe tener un cuerpo 10 para ser aceptado como pretendiente.
  • ¿Estudiar? ¿Para qué? No es objetivo principal del programa inculcar en los jóvenes el interés por conocer y estudiar, pues los protagonistas del programa cobran por asistir y además ganarán dinero haciendo bolos en discotecas donde todos los jóvenes fans irán a verlos.
  • Roles de género. Mujeres femeninas y hombres masculinos, con las acepciones de género asociadas a la dulzura, bondad frente a la cara dura y la fuerza.

Ahora bien, ¿Es bueno o malo que los jóvenes vean este tipo de programaciones? En palabras de su presentadora, Emma García, aquel que no quiera verlo que cambie de canal. Já, qué sencillo parece; pero, debemos preguntarnos si es fácil en una sociedad en la que se anima a consumir y a convertirse en esos modelos de mujeres y hombres, o mientras en las redes sociales este tipo de programaciones se colocan como trending toppic.

Sea o no sea sencillo, siempre debemos tener presente lo que se argumentaba al principio del post: El dinero es el objetivo principal de este tipo de canales, a los que la educación de los jóvenes les importa lo más mínimo. 


lunes, 9 de noviembre de 2015

¿Somos sujetos alfabetizados del siglo XXI?


En los dos post anteriores hacíamos referencia al innegable lugar privilegiado que poco a poco se han hecho las Nuevas Tecnologías en nuestra vida cotidiana. Utilizamos estas herramientas para todo tipo de uso, desde realizar la compra, adquirir las entradas del teatro o el cine, hasta charlar con amigos/as y familiares que se encuentran lejos. Ahora bien, ¿Qué ocurre con aquellas personas que no se desenvuelven correctamente ni utilizan en su día a día estas nuevas herramientas? Podría decirse, en cierto sentido, que se trata de casos de analfabetización de la cultura actual, de la cultura digital.


Al igual que en el primer post se hablaba de la cultura digital, existe también lo que se conoce como alfabetización digital. En la voz del Diccionario de la Real Academia Española, alfabetización es la acción y el efecto de alfabetizar. Pero, ¿qué es alfabetizar? Este concepto se define como enseñar a leer y a escribir a alguien, pero, está claro que actualmente está desfasado. Hoy día el índice de analfabetos es muy bajo, con la educación obligatoria todas las personas reciben una educación mínima en la que queda cubierta, aunque sean de forma básica, la lectoescritura. Este concepto se ve ampliado con la llegada de las Nuevas Tecnologías, ya no sirve saber leer y escribir, ahora hay que hacerlo en los nuevos soportes. Por tanto, la alfabetización digital no sólo consiste en manejar el hardware o el software. En este sentido, España se situaba en el año 2012 a la cola de los países alfabetizados digitalmente, aunque el uso de las tecnologías en la península sea muy elevado, puede leerse en ¿Somos analfabetos digitales en España?

Refiriéndose al concepto de alfabetización, Paulo Freire argumentó que «la alfabetización no es un juego de palabras, sino la conciencia reflexiva de la cultura, la reconstrucción crítica del mundo humano, la apertura de nuevos caminos, el proyecto histórico de un mundo común, el coraje de decir su palabra». Es decir, la alfabetización no es sólo el uso de las lectoescritura, sino que debe darse un paso más allá, para comprender el contenido, transformarlo en información y ser capaces de crear una conciencia crítica de lo que nos rodea. Lo mismo sucede con la alfabetización digital, no se trata de aprender a utilizar los soportes y los programas tecnológicos, sino que se deben adquirir destrezas que permitan seleccionar, analizar y procesar la información.

Siguiendo la idea anterior, Alfonso Gutiérrez Martín dice que la alfabetización digital, en lo referido a Internet y las nuevas redes, no queda en la capacidad de acceso (intelectual, técnico y económico), sino que ha de capacitar para trabajar y mejorar el nuevo entorno, para hacer un uso responsable de la red y contribuir a democratizar el ciberespacio (Area, 2012, p. 26). El mismo autor, en esta entrevista habla sobre los retos a los que se enfrentan los maestros/as actuales en cuanto al proceso de alfabetización digital. El siguiente vídeo, del mismo autor, explica de forma gráfica y directa el proceso que se está experimentando en las aulas 2.0. 



Está claro que los nacidos en los últimos años, por lo general, saben utilizar todo tipo de ordenadores, tabletas y Smartphones. Pero, siguiendo con la acepción del párrafo anterior, no porque sepan utilizarlos serán alfabetos digitales. El ámbito educativo está viviendo un periodo de transición ligado al conflicto anterior, ya que los docentes tienen que educar para el correcto uso de las Nuevas Tecnologías. Gutiérrez Martín explica que en el proceso de alfabetización digital los maestros/as tienen un papel transcendental, al igual que lo tuvieron en el aprendizaje de la lectura y la escritura. 


Y tú, ¿Te consideras un sujeto alfabetizado digital? ¿Y tus profesores/as han sido útiles en el proceso de alfabetización?